Hace
unos días, mientras esperaba en una relojería-joyería para poner unas pilas al
reloj, una mujer de unos 40 años sacaba de su bolso una pequeña medalla con su
correspondiente cadena, manifiesta que quiere venderla, el joyero saca un peso
diminuto de precisión y un líquido para conocer la calidad de la “chatarra”, como así le
llaman en argot a este tipo de productos de oro que está formada por anillos,
pulseras, medallas, pendientes, monedas, etc.., al final de las oportunas
comprobaciones realizadas con gran seriedad, le manifiesta que solo puede darle
poco más de 100€, cantidad que la mujer acepta; intuyo que esa pequeña cantidad
es muy importante bien para llegar a final de mes, para pagar facturas o evitar
que le quiten la casa, seguro que el próximo mes tendrá que volver, si puede, a
hacer lo mismo con otra joya que forma parte de sus recuerdos mas personales y
cuyo valor sentimental nada tendrá que ver con el valor que le asignen.
El acto reflejado me hizo pensar que no solo somos los
abuelos, como he escrito en varias ocasiones, lo que ayudamos a la familias, también lo hace
el joyero que a lo largo de los años les hemos ido regalando a nuestros hijos/as
y nietos/as con todo el cariño y que ahora en momentos de crisis han de
malvenderse en esos negocios de compraventa de oro que copan las ciudades del
país.
¿Qué ocurrirá cuando el joyero se quede vacío y los abuelos
no puedan seguir ayudando?, posiblemente será cuando comencemos a tomar
conciencia real de la situación que tenemos desde hace unos años y que según
los “entendidos” no aguantará mucho más.
Hay otra pregunta, si la crisis está haciendo que la gente
venda su oro y plata, ¿Quién lo compra?, está claro que el oro ha sido siempre, en tiempos de crisis, un “valor refugio”, según dicen los expertos se han
vendido en tiempos de crisis más de 500 toneladas de esa “chatarra”,
que es trasladada a Suiza o Alemania para transformarla en lingotes; de nuevo,
los países ricos se hacen más ricos a costa de los pobres, la rueda de la
economía no para, arrastra a cualquiera que no pueda seguirla.
Mientras tanto las tiendas de “compro oro” no hacen más que
aumentar haciendo de intermediarios de esos personajes influyentes de la economía
capaces de hundir a cualquier país.