En unos momentos en los que todos
deberíamos hacer política de la buena, se escucha cada vez más “soy apolítico”, con escaso esfuerzo los
profesionales de la política y de los medios de comunicación lo están consiguiendo, nos están manipulando y somos tan tontos que ni nos damos cuenta, como decía José Luis
Sampedro “¿la gente está loca?. No, la gente está manipulada”, no quiero
que me tachen ni de loco ni de manipulado, al menos pondré todo tipo de
resistencia, por eso no puedo, no quiero ser apolítico. Me ha venido a la memoria, un
pensamiento de Bertolt Brecht que en cierta ocasión debatimos en el Departamento de Antropología Política y que deja muy claro el porque no
podemos ni debemos ser apolíticos, decía Breht :
“El peor analfabeto es el
analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos
políticos. No sabe que el coste de la vida, el precio de las alubias,
del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen
de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se
enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que
de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y
el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo
de las empresas nacionales y multinacionales”.
Hace algunos siglos un
señor llamado Aristóteles dijo: “el
hombre es político por naturaleza”, nos recordaba que el hombre vive
en una polis (ciudades) y en comunidad y que esa comunidad hay que
administrarla como uno administra su casa, asignando un presupuesto para
colegios, sanidad, (públicos o privados), alimentación, ocio, reparaciones, imprevistos, etc…
esto que en casa se hace en familia, cuando hablamos de
pueblos, ciudades, comunidades, países, lo hacen los políticos elegidos por el pueblo, de no hacerlo sería Troya, esto es la política, puede ser pequeña (la administración de gastos familiares) o la gran política (la administración del Estado), para administrar lo
grande o lo pequeño se necesita pensar y como en la penúltima entrada en la que
hice referencia a Francis Bacón (1561-1626)
vuelvo a decir:
“Quien no quiere
pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar
es un cobarde”. Pensemos para que no nos
manipulen, no tengamos que decir como hacían los griegos que llamaban idiotés
(ιδιοτεσ) a la persona que no participaba o no le interesaba lo público, la
política.