Hace unos días hemos conocido la sentencia que ha aplicado el Sr. Juez en el caso Malaya, uno de los primeros grandes timos que se descubrieron, era el 2006 y dio inicio a la crisis que vivimos; nos trae a la memoria el Presidente del Atlético de Madrid y de todo su vasallaje de Marbella, de la tonadillera y su amante y su ex, del que no tenia cargo pero mandaba más que nadie; de todo aquello no nos queda más remedio que acordarnos, fue y sigue siendo la comidilla de todas las televisiones habidas y por haber, fue todo un símbolo de corrupción descarada, con puertas y ventanas abiertas, con unos políticos y empresarios carentes de escrúpulos donde la especulación era sobradamente visible.
Dicho la anterior me quedé sorprendido al conocer la sentencia y ver como algunos encausados celebraban que sus sentencias hubieran sido tan pequeñas, solo un par de meses o años de cárcel añadiendo como multa algunos millones que seguramente pagarán con los millones que robaron y que tienen guardados en paraísos fiscales.
Después del caso Malaya ha seguido lloviendo y tronando, tanto en el mundo de la política, del empresariado, de la casa real y del sindicalismo; todos ellos, me imagino, que estarán leyendo estas sentencias con gran interés, deben de estar contentos, son “pecata minuta”; es más, algunos de los delincuentes consiguen, gracias a "manos misteriosas un “hula hop”, su delito queda prescrito, estos delincuentes, generalmente personajes públicos, olvidan el hecho de que prescribir quiere decir que sigues siendo un sinvergüenza de tomo y lomo; buena parte de esta culpa la tiene la justicia que recibe el desprecio de la ciudadanía por no haber sabido o querido juzgar a un delincuente confeso. Leo en un diario de tirada nacional un artículo del profesor Juan Torres que dice: "Para evitar la ignominia y la repugnancia que provoca que reos con poder eviten ser condenados por prescripción de sus delitos es necesario el control social de la magistratura", para algunos, esto ya es demasiada democracia.
Queda claro que la justicia es magnánima para los que todo tienen, no tanto para los desgraciados que, según la pragmática de Carlos III, somos, entre otros, "..... la gente de mal vivir”. Nuestra justicia, es una justicia injusta, aún recuerdo a aquel alcalde jerezano manifestando "la justicia es un cachondeo" y a un ex-juez llamado Garzón expulsado de la judicatura que nos pide que la sociedad se "indigne de forma activa". La justicia y los jueces también han de mirar para adentro.