“GRANADA NO SE CALLA” (2)

Me imagino que en muchas ciudades de este país se ha realizado o están realizando algo similar a lo de mi ciudad, es la presentación de una antología de textos realizada por autores/as granadinos/as o vinculados a ella que denuncian las múltiples formas en las que la violencia machista sacude a nuestra sociedad, su título, “Granada no se calla” se está presentando en distintos club de lectura y asociaciones de la provincia.

Entresaco estos dos poemas el de Erika Martínez (Jaén 1979) y el de Andrés Neuman (Buenos Aires 1977) como ejemplo del contenido.

"Marginales, apátridas, esclavas, extranjeras, 

adefesios, castradas, escuálidas, obesas,
confusas, deslenguadas, maledicentes, necias,
mudas, avergonzadas, masoquistas, soberbias,
brujas, traidoras, sibilinas, pérfidas, neuróticas,

celosas, virginales, estrechas, descreídas,

beatas, putones, tortilleras, perras judías,
negras de mierda, malas pécoras,
todas y cada una de ellas
preparan en venganza
un abrazo, un inmenso abrazo
que nadie espera."

Erika Martínez

La amiga

El verbo tiene géneros y números

que nunca deberían conformarse,

ahora, por ejemplo, soy mi amiga.

Me cansan los silencios.

Los límites me insultan.

Me duelen los zapatos

y camino el presente.

Voy a seguir buscándome

Debajo de este hombre que desnudo.

Nuestra revolución está en el ojo.

Me interroga la urgencia de los puentes.

Aprendiendo la lengua encontraré a mi otra.

Andrés Neuman

DAMOS MIEDO (1)

               Últimamente se habla tanto del machismo que parece que todos los hombres somos malos de la muerte, provocamos miedo, mucho miedo y todos somos "presuntos" violadores.

                 Este hecho que voy a contar es real, nos ocurrió a mi hermano y a mí cuando hacíamos senderismo -lo hacemos todas las semanas- a las orillas del río Genil, una zona muy transitada por hombres y mujeres que, al igual que nosotros, lo utiliza para correr, para pasear, para ir con la bicicleta, son unos 5 kilómetros de ida que doblamos volviendo, el carril no es muy ancho, hay zonas de gran belleza en las que los arboles apenas dejan pasar la luz del sol.  A lo largo del sendero que nos lleva al bello pueblo de Pinos Genil, vamos charlando de nuestras cosas: cine, libros, nietos, familia, de política menos en esto coincidimos poco y nos montamos unos buenos pollos, chascarrillos diversos, etc; hay zonas por las que el sendero se estrecha, es por uno de ellos por donde vemos venir a una mujer sola, era temprano, no más de las 9 de la mañana, aunque ya se habían cruzado con nosotros varios/as corredores/as, no había nadie por los alrededores, cuando llegó casi a nuestra altura la cara la llevaba demudada, alterada, desfigurada, pálida, cuando se cruzó, ni saludó, algo natural entre grupos de personal que practican la misma afición, caminar por la naturaleza. No conocemos a esa mujer, no sabemos si comparte su vida con un violento, si ha sufrido insultos, vejaciones o amenazas, por lo que detectamos o creímos detectar tenía miedo, no sé si solo de nosotros, simples senderistas, o de los hombres en general.

         Tenemos un problema, o se educa en la igualdad o nos lo están poniendo difícil a “todos” los hombres, no queremos infundir miedo ni ser considerados presuntos violadores o imbéciles machistas. Nadie debería salir con miedo.

             Lo dice Mala Rodríguez: “No me creo que el hombre sea un jodido psicópata por naturaleza”(El País 2-11-2018).

            
           Ella no se lo cree, yo tampoco, pero ¿cuantas si lo creen?

RACISMO (y IV)

              Si un/a racista o un familiar próximo (hijo/a), necesitase un

 trasplante de órgano para vivir y solo hubiera un órgano de un ciudadano 

negro, ¿sería aceptado?.

       

                    Pensemos, claro que ... los racistas no piensan.

ULTIMA HORA

Primera foto de un inmigrante muerto en una playa española, ocurrió en el año 1988 en las playas de Tarifa en Cadiz; para la televisión, el hecho lo narró un periodista que aún no se había subido al olimpo de los dioses, era Arturo Perez Reverte. (2-11-1988)

 Primera muerte documentada de un inmigrante en el Estrecho, en Tarifa (Cádiz).  ILDEFONSO SENA