CUANDO SE NOS OLVIDA, NO HAY NADA MEJOR QUE UN
BUEN CUBATA PARA ENGRASAR LA UTOPIA.
Antonio Lozano. “Donde
mueren los ríos”
CUANDO SE NOS OLVIDA, NO HAY NADA MEJOR QUE UN
BUEN CUBATA PARA ENGRASAR LA UTOPIA.
Antonio Lozano. “Donde
mueren los ríos”
Pese a no ser
muy amigo de leer los premios Planeta, este año he comenzado con la lectura del
que ha quedado segundo tras el engaño de Carmen Mola, su título “Últimos días
en Berlín” de Paloma Sánchez-Garnica, de la que ya he leído varios de sus
libros con agrado.
En este, del que voy por las
primeras hojas, ya ha merecido la pena, me ha llevado a Joseph Goebbels, político
alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda
del Tercer Reich entre 1933 y 1945. Uno de los colaboradores más cercanos de
Adolf Hitler.
No, no se me ha ido la “olla”, no he
cambiado de camisa ni de chaqueta a estas alturas de mi vida, es que he podido
leer, gracias al libro, sus “once principios de la
propaganda”, y una vez leídos, pienso, ¡¡anda la leche, esto me
suena!!, lo había visto y leído en la prensa amiga de ciertos partidos que lo aplican sin saltarse una coma;
por ejemplo este principio se está usando en plena campaña de las “macrogranjas”,
se llama: “Principio de orquestación”
y dice:
“La
propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas
incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas,
pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De
aquí viene también la famosa frase:
"Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en
verdad".
Hay otro principio que igualmente lo he
escuchado mucho, Goebbels le llamó: “Principio
de la transposición”.
“Cargar
sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con
el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las
distraigan”.
Hay
otro “principio llamado de silenciación”
que consiste en “acallar las cuestiones
sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el
adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación
afines”, ¿quién no ha notado esto?.
Hay un principio muy recurrente y que es muy escuchado y leído, es el llamado "principio de la exageración y desfiguración", es el que trata de "convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave", ¿os suena?
Hace casi 80 años, que ese régimen nazi
fue derrotado por fuerzas democráticas, parece que de nuevo está sacando la
patita, aquí ya tenemos casos muy claros, creo que es para preocuparse, la lectura de esos principios, que están en la red, y su aplicación en la actualidad por parte de políticos y medios de información "amigos" dan muestra de ello.
Hace unas fechas he concluido la lectura del libro “Iglesia S.A.” de Ángel Munárriz, en él se habla de los teje manejes y la opacidad que se trae la Iglesia con el Estado con el objeto de no pagar impuesto alguno, se ahorra el IBI, el IRPF, el pago a profesores de religión, la nómina de los curas, recibe subvenciones por hospitales privados, escuela concertada, universidades, centros de mayores y recibe donaciones, dinero en b o, como se le llama en román paladino, “dinero negro”, de grandes entidades financieras, de particulares y empresas del IBEX, de los cepillos de las Iglesias, por todo ello no tributa un euro, tampoco de las entradas que cobra por acceder a sus iglesias y catedrales; igualmente recibe dinero de todas las casillas donde se ponga la cruz bien sea en la Iglesia o en fines sociales en la Declaración de la Renta, buena parte de las ONGs existentes están vinculadas a la Iglesia, ¡¡ah!!, olvidaba que a todo lo anterior hay que sumar las inmatriculaciones de hoteles, cocheras, locales múltiples que tiene alquilados a entidades privadas y ¿Qué decir de la Mezquita de Córdoba?.
Podríamos resumir el libro y esta entrada con un dicho popular que he encontrado en la lectura, dice lo siguiente: “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, pero aquí el que pone el dinero es el César, Dios solo pone la mano. Queda claro, los ciudadanos somos el César, seamos cristianos apostólicos y romanos, agnósticos o ateos, todos pagamos a hacienda y a la Iglesia, menos la propia Iglesia que no paga nada, ni a nadie. ¡¡Que cosas!!.
La lectura de este libro, pese a intuir lo que cuenta, me ha dejado desolado, un argumento más para ser lo que soy, ateo, y cabrearme cada vez que este jubilado tiene que pagar a la Hacienda Pública.
Una de las máximas que mantiene el libro y personalmente lo creo, es que para que exista una iglesia fuerte, en España lo es, se necesita un Estado débil. Si el Estado dejara de pagar, la Iglesia desaparecería tal y como la conocemos hoy.