Desde el comienzo de la pandemia, he/hemos escuchado en todos los lugares habidos y por haber, que el bicho sería erradicado cuando tuviéramos la vacuna.
Y llegó la vacuna y, sálvese quien pueda o maricón el último, primero empezaron saltándose los protocolos de vacunación los políticos, militares, curas, sindicalistas, enchufados, familiares de enchufados y sabe dios quien más; otra cosa que hemos podido ver, es como cada comunidad quiere para ella mas vacunas que nadie, Madrid la primera -con dos cojones- y no solo Madrid, luego nos asomamos por Europa y esto ya suena a coña; ahora resulta que, por falta de estudios, no se van a vacunar, con un tipo de vacuna, a los mayores de 55 años, pero ¡¡que cachondeo es este!!. La investigación y distribución de una vacuna, en una pandemia, debería de ser tratado como algo público, al darse a la empresa privada (farmacéuticas) pasa lo que está ocurriendo, no era difícil de prever, quien más paga mas tiene, hay un mercado de más de 7.000 millones de personas que están necesitando la vacuna, las farmacéuticas, han visto sangre en las calles, y las muy sinvergüenzas van a sacar tajada, ¿no estaba claro?.
Podemos
resumir, lo que está teniendo lugar es la insolidaridad de un sistema injusto que prioriza la
economía sobre la vida, ¿Quién no ha escuchado: salvemos
la Semana Santa, el verano, las Navidades, los negocios y otras vez la Semana Santa, los San Fermines y …?.
Podemos confiar muy poco en el sector
público, menos o nada en el sector privado, por ello, como bien dijo Gramsci: “Instruyámonos,
porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; conmovámonos, porque
necesitaremos de todo nuestro entusiasmo; organicémonos, porque necesitaremos
de toda nuestra fuerza”. Hay mucho en juego.
Mientras tanto, en Granada, como éramos pocos, la tierra tiembla.