El pasado día 22 de febrero se conmemoró
el 75 aniversario de la muerte del
gran poeta sevillano, perteneciente a la generación
del 98, ANTONIO MACHADO del que
me considero un fiel admirador. He aquí que, aprovechando el puente de Andalucía, hemos visitado
esos campos que el poeta tanto nombraba en su obra “Campos de Castilla” . A
lo largo de las muchas horas de viaje hemos leído algunos de sus poemas y recordado
a su esposa casi niña Leonor muerta
de tuberculosis cuando aún no había cumplido los 20 años; hemos visitado
pueblos como Riaza, El Burgo de Osma,
Sepúlveda, Ayllón y Segovia, magníficos pueblos cargados de historia y de
elementos de los que me considero extasiado cuando los veo, todo lo que huela a
Románico me enamora, está claro que
me equivoqué de fecha de nacimiento. Machado, andaluz como todos los que
viajábamos, supo captar, creo que, incluso mejor que los propios castellanos, la
esencia del territorio, con ello, con estos poemas trato de recordar a este
gran poeta cuyos libros son cabecera en mi mesita de noche y me ayudo, al mismo tiempo, a ejecutar la segunda parte de todo viaje, organizar fotos y recuerdos.
Es la tierra de Soria árida y fría. (…) ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, obscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón, tristeza, tristeza que es amor! ¡Campos de Soria donde parece que las rocas sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!.. “Campos de Soria”.
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En
Abril las aguas mil
Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiquetea.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.
Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.
“Campos de Castilla”
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Amanecer de otoño
Una larga carretera
entre grises
peñascales,
y alguna humilde
pradera
donde pacen negros
toros.
Zarzas, malezas,
jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del
rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del
río.
Tras los montes de
violeta
quebrado el primer
albor;
a la espalda la
escopeta,
entre sus galgos
agudos,
caminando un cazador.
“Campos de Castilla”
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