El pueblo al que nos dirigimos es unos de los más típicos que viven a la orillas del río Genil, en su guía turística dicen ofrecer remansos de tranquilidad y de interés paisajístico, sin embargo, el paisaje que vemos, gracias al ladrillo mal utilizado ha perdido parte de su sabor debido a esa depredación humana.
Es un pueblo frontera entre las
provincias de Granada, Málaga, Jaén y Córdoba que se mantuvo durante más de dos
siglos como frontera entre el Reino de Granada y el Reino Cristiano de
Castilla. Fue la última frontera del al-Andaluz, por eso los pueblos y tierras
que la forman son una fuente inagotable de leyendas, historias y batallas.
Hemos
llegado al pueblo tras cerca de cuatro horas de marcha , el final ya se hacía difícil, una vez concluido el camino nos esperan dos cosas: la visita al museo local sobre la Prehistoria
del Poniente Granadino y deleitarnos con las magníficas tapas acompañada de una buena cerveza que, como es
natural, en Granada son gratis y ricas, ricas, aquí tenéis una muestra parecida
El edificio donde está ubicado el museo fue, durante mucho
tiempo, el pósito de Villanueva, para convertirse posteriormente y hasta
nuestros días, en la tahona. Es, por tanto, el lugar más que adecuado para
explicar como funcionaba un molino de harina y también para exponer la historia
del pueblo en un espacio que alberga una exposición sobre los distintos asentamientos de culturas que han pasado por el
Poniente Granadino hasta la llegada de los musulmanes. En la foto material ibero encontrados en los yacimientos encontrados en la zona.
A las cuatro de la tarde ya estábamos en casa con algunas agujetas y hoy lunes, cuando estoy escribiendo esta entrada, están molestando un poco, recuerdan el camino recorrido.
Nuestro próximo
sendero se adentra por un Parque Natural
como es de la Sierra de Huetor, ya
os contaré. Emilio Manuel M.