La
lectura debería ser un derecho fundamental y un camino de libertad al alcance
de todos, sin distinción de edad, género, origen o situación económica. Leer no
solo permite acceder al conocimiento, sino que también abre puertas a la
imaginación, al pensamiento crítico y a la comprensión del mundo. A través de
los libros, las personas pueden descubrir nuevas ideas, cuestionar realidades
injustas y soñar con un futuro mejor.
Lamentablemente, aún existen muchas
barreras que impiden el acceso equitativo a la lectura: falta de recursos,
bibliotecas limitadas, analfabetismo y desigualdad digital. Garantizar este
derecho implica promover políticas públicas que acerquen los libros a todas las
comunidades, fomentar la alfabetización desde la infancia y reconocer a la
lectura como una herramienta poderosa para la inclusión social.
Leer nos hace libres porque nos da la
capacidad de pensar por nosotros mismos. Nos permite romper cadenas de
ignorancia, opresión o conformismo. En un mundo lleno de ruido e inmediatez, la
lectura es un refugio y una forma de resistencia. Por eso, asegurar el acceso a
ella no es un lujo ni un privilegio, sino una necesidad. Leer debería ser, para
todos, una posibilidad diaria y un acto de libertad.

