“En verdad os digo que no hay alimaña del monte más digna de compasión
que los hombres de la ciudad. La ciudad tiene la inquietud ansiosa de un eterno
acecho, en el que cada uno es pieza y es cazador. La ciudad es un ruido
incesante, prisa, tumulto, voracidad, enloquecimiento. El raudal humano en las
calles es como el tropel de animales que huyen de un bosque incendiado. El aire
está podrido; el sol, enfermo; el agua envenenada. Los pájaros tienen cárcel;
las flores, también. Unos arbolillos anémicos salen en sus tiestos a las
aceras, como paralíticos en sus coches de mano, y se retiran antes de medianoche.
Es una existencia de pesadilla. La ciudad es un
corral de hombres. Y
algunos hombres huyen –como yo he huido- de ese corral, aunque por poco tiempo.
Sienten como nosotros la necesidad de
reintegrarse a su tierra madre, tan bella; de huir de lo artificioso, de respirar el aire ancho y
libre de las cumbres; de correr por el bosque o entre los picachos; de beber de
bruces en el agua del regato, tan fresca y limpia, que llena el alma de
emoción como si bebiésemos, de una vena
de la Tierra, sangre del puro y generoso corazón de la Tierra. Gozan como
nosotros gozamos, este sencillo e insuperable sentimiento de la Naturaleza no adulterada. Después vuelven tristemente a su corral
inmundo. Son… como
nosotros mismos. Este que ahí está, ignorante de que decidimos su suerte, no es
el hombre feroz, enemigo nuestro. Es…el hermano hombre, que salió como nosotros
de la tierra y que como nosotros la ama. Respetemos la vida del hermano.”
(pg.70)
Fragmento
del libro “El bosque animado” de Wenceslao Fernández Flóres. Editorial Anaya. Colección: Tus libros. Madrid 2003.
De este libro se ha rodado una
película de igual nombre dirigida en el año 1987 por José Luís Cuerda, recibió distintos premios Goya entre ellos el de
mejor actor para Alfredo Landa