Hace
unos días presencié la representación en Granada de una comedia de Moliere, un Clásico del Siglo de
Oro Francés, su personaje principal –Tartufo- es un hombre hipócrita, mojigato, listo, rastrero,
confiado en su habilidad para engañar a los demás mediante su conducta
hipócrita, fingiendo rasgos de piedad y ascetismo con lo que intenta adueñarse de los
bienes de su benefactor (Orgón).
Tras ver la obra, escrita en el 1664, ¿cómo es posible que esté tan vigente?; los Tartufos actuales están por todas partes, solo basta mirar a nuestro alrededor, son miles
y algunos no están muy lejos, políticos, analistas, periodistas, empresarios, compañeros de trabajo, en todas las profesiones hay Tartufos, incluso en las familias y, ya que estamos metidos en elecciones, no debemos de
olvidarnos de aquellos que nos hablan de lo bueno que es determinada coalición
política (solo es buena para sus intereses), igualmente aquellos que nos hablan de honestidad, de
civismo, de lucha ¿contra la corrupción?, son muchos los Tartufos que hay que desenmascarar, su mal es universal y muy extendido, ¿podemos hacerlo?, si, se puede, solo basta querer, en la obra, ese ser ladino, hipócrita e indeseable es desenmascarado.
La integridad del hombre se mide por su
conducta, no por su profesión.
¡¿Cómo podemos seguir siendo tan iguales?! ¿Verdad? Leyendo a los clásicos nos damos cuenta de que tenemos más televisiones, más móviles, más... de todo, pero que en el fondo poco hemos cambiado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si que hemos cambiado, a peor.
EliminarAbrazos
Inventamos artilugios, creamos redes virtuales, coches que se conducen solos, dicen que hemos mejorado la raza, que somos mas altos y corremos más, pero la mente y el comportamiento se quedó estancada. Un abrazo
ResponderEliminarLa capacidad craneal aumentó mucho, tanto para lo bueno como para lo peor.
EliminarUn abrazo
Tartufos los hay por todas partes. Y no es tan difícil reconocerlos.Yo cuando veo a un tipo enardecido gritando a los cuatro vientos que la honestidad y la honradez tiene que estar por encima de todas las cosas y que hay que castigar incluso con crueldad a esos malvados...
ResponderEliminar¡Ya está! El tipo que así habla, ese es un Tartufo.
Y también lo dijo Oscar Wilde: "Cuanto más conservadoras son las ideas, más revolucionarios son los discursos".
Un abrazo.
Es lo mismo que decir, no por chillar llevas mas razón.
EliminarSaludos
Esto es ya una plaga...
ResponderEliminarHagamos como el flautista de Hamelin.
EliminarLos clásicos lo son justamente porque se mantiene su vigencia más allá del tiempo y lugar. El Tartufo de Moliére, en versión de Marsillach, fue un éxito arrollador en las postrimerías del franquismo. Quienes asistimos a aquel espectáculo-denuncia creíamos estar descubriendo un tipo de hacer política propio de una dictadura. Ya vamos viendo que no. La de cosas que vamos aprendiendo y de lo poco que nos valen.
ResponderEliminarQue nos sirva para reconocerlos.
EliminarSaludos
Por no repetir lo que dice Contando, me quedo en compartir el descubrimiento una y otra vez de lo excepcional que es la literatura clásica, tantas veces olvidada.
ResponderEliminarPues hay quien quiere eliminar las humanidades.
EliminarSi, desde los romanos y los griegos -son de los que me acuerdo- no se ha inventado nada nuevo, me refiero a las relaciones humanas, y por supuesto a la condición humana, lo unico que cambia es los escenarios y los ascesorios, el movil, la radio, la tele y demás, pero los cocos, los cerebros y los instintos, la misma vaina de siempre... :)
ResponderEliminarSalud
Bueno, me hubiera gustado vivir en el Renacimiento.
EliminarSaludos
Está vigente porque en realidad el meollos de la cuestión sigue igual: intacto.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿El mismo meollo?.
EliminarUn abrazo
Si son muchos parece que no lo dejaron en los genes y imposible erradicarlos.
ResponderEliminarSaludos
Si se puede.
EliminarSaludos
Mi mama siempre me dacia… ¡Querer es poder! Si queremos podemos.
ResponderEliminarUn abrazo, Emilio.
Yo quiero.
EliminarSaludos
tARTUFO, DIVERTIDA COMEDIA LA DE mOLIERE, nosotros los del grupo de teatro estuvimos a punto de representarla, no lo hicimos porque se eligió EL Médico Leñador de Moliere naturalmente.
ResponderEliminarSalud Emilio
Saludos Toni, aquí me tienen malito tras la vuelta de Alemania, ni allí me quieren sano, que cabrones.
EliminarSaludos
Desgraciadamente el personaje Tartufo de la obra de Molière permanece vigente. Vi esta obra en Madrid, en el Teatro de La Comedia, en 1969, con el régimen franquista vigente, ¡imagínate! La obra estaba adaptada en lenguaje muy actual por Enrique Llovet y, eso si, tuve la suertaza de ver a Tartufo en una magnifica y rotunda interpretación de Adolfo Marsillach, que cargaba el acento todo cuanto podía… ¡Nunca olvidaré aquella representación! Como puede suponerse resultó "escandalosa" para unos y muy plausible para otros.
ResponderEliminarNo me extraña la reposición de una obra tan antigua, porque, como decía, desgraciadamente, el personaje de Tartufo sigue siendo actual.
Un cordial saludo.
Hay obras clásicas que son intemporales, hablan de los instintos del hombre y eso mejores o peores, están ahí por los siglos de los siglos.
EliminarSaludos
Porque la actitud de Tartufo es la del superviviente que quiere vivir cómodo sin problemas, y, si para eso hay que tragarse los principios, adelante. El de Tartufo es un modelo de persona que ha existido, existe y existirá. Que lo aplaudamos o lo despreciemos depende de la cultura vigente.
ResponderEliminarVivimos un buen momento de Tartufos.
ResponderEliminarUno de los desafíos que tenemos en este siglo es justamente lograr congruencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. Digamos que una alineación que lleva a la autenticidad. Sé que parecería que fuéramos a peor, pero yo creo que ocurre justamente lo contrario, por eso la hipocresía hoy es tan evidente. No se cambian actitudes hasta haber tocado fondo y no se puede cambiar lo que no se pone en evidencia.
ResponderEliminarUn abrazo, Emilio y ánimo.