Tengo este artículo desde hace 2 años en mi archivo, me gustó el texto y aquí lo reflejo, fué publicado en el Diario.es.
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Tradicionalmente, la abstención en los barrios más
pobres duplica a la de las zonas ricas. Razones hay muchas. O quizás solo una
¿Votar yo? Para qué. Si son todos iguales. Corruptos,
ladrones, eso es lo que son. Unos parásitos. Gente nacida para chupar del bote,
que la mayoría no ha dado un palo al agua en su vida. ¿Cuántos tornillos han
apretado esos? ¿Cuántos monos se han puesto? ¿Cuántos turnos de noche, sin ver
a los críos más que de pasada, les han caído a esa gente?
A los obreros no nos ayuda nadie. A los pobres,
fíjese, ya ni nos llaman pobres. Nos dicen "desfavorecidos", que
usted me dirá qué quiere decir eso. O peor, "trabajadores", como
dando por hecho que solo nosotros lo somos. Que el resto, empezando por ellos,
empezando por los políticos, son otra cosa. ¿El qué? No se sabe. Pero
trabajadores, por lo visto, no. ¿De qué voy a votar a una gente que si ni se
atreve a decir esa palabra, pobres, como si les diese vergüenza o asco o qué se
yo?
Todos iguales. Los señoritos, la misma cosa que los
que nacieron en barrio obrero, que los hay, ya lo sé. Se les llena la boca a
esos diciendo que su padre era chapista o tendero o lo que sea, pero, en cuanto
tienen unas perras, anda que no escapan del barrio. Corriendo se escapan.
¿Que si yo lo haría? No es cuestión de eso, yo no soy
político. La cosa es que no lo hagan ellos. ¿Sabe usted cuántos de esos
políticos que se presentan ahora han pisado el barrio este? Yo se lo digo: ni
uno. Pero bien que se preocupan porque el centro esté bonito, que si semáforos,
que si jardineras… Y aquí, los críos en barracones prácticamente. Con el
colegio que se cae a pedazos, con el ambulatorio que da vergüenza verlo.
Que acabarán pasándose, ya lo sé. Todos, uno detrás de
otro, antes de las elecciones. Y visitarán el colegio y visitarán el
ambulatorio, y luego, si te he visto, no me acuerdo. Cuatro años sin dar
señales de vida, hasta que haya que votar otra vez, y otra vez con cara de
besugo ahorcao delante del colegio y del ambulatorio diciendo que esto no puede
ser, que si los barrios y que si patatín y patatán. Si ya lo sé, ¿qué se cree,
que no lo sé? Aquí todos lo sabemos. Que somos pobres, pero no idiotas.
Esa gente, los políticos, no saben lo que es tener la
nevera escuálida, y los que sí lo saben ya no se acuerdan. Que al cordero se
acostumbra uno enseguida, pero de andar regateando para comprar un bimbo o
una lata de bonito o lo que sea, de eso no se acuerda nadie. Mi hermano,
barnizador, con dos críos. ¿Sabe usted cuánto lleva sin trabajar? Ni se lo
digo, que me echo a llorar. El trabajo es salud, ¿entiende? El paro afecta al
ánimo y eso, a la larga, le destroza a uno el coco y el cuerpo y de todo.
Que vote, dice, ¿y para qué? ¿Quién se acuerda de mi
hermano? ¿Quién se acuerda de mis sobrinos? ¿Quién, de todos esos, se va
acordar mañana de nosotros? Dígamelo usted. Míreme a los ojos y dígamelo.
José A. Perez Ledo
Diario.es