Me gusta dar los buenos días cuando
entro a cualquier lugar habitado, en la mayoría de las veces me quedo con la
palabra en la boca, nadie responde, era un signo de buena educación que antes
teníamos los jóvenes, nos lo decían nuestros padres; hoy, no te saluda nadie
salvo que sea una máquina expendedora de lo que sea, hay que animar el consumo
y ser agradable aunque sea una máquina. Unos van con los auriculares puestos,
otros pendiente de la pantalla que casi chocan contigo. Me pregunto, ¿Qué cuesta
dar los buenos días?, dos palabras cortas que sirven para responder con
otros dos palabras, parece que decirlas es algo de antiguos, mejor es
callar, así nos va, cada vez vivimos más solos, mas aislados y compartimos menos.