Son ya muchos los días que mis nietos
no me abrazan, ni yo a ellos.
Desde el confinamiento, va para dos semanas, no los
he visto, antes, recibía a mi nieta todos los días, salía de cole y venía a
casa, nos dábamos unos besos, nos contábamos si había tenido algún examen y como le había ido con sus profes; mientras tanto, le preparábamos un
pequeña tapa para abrir boca, le gusta el paté del "güeno" y los huevos de codorniz con jamón, la nieta tiene buena boca, se parece a su abuelo; en cuanto a mi nieto, que está en secundaria, sale más
tarde del instituto, solo lo veo los viernes, cuando todos vienen a comer a
casa, es el más moscón, me da unos abrazos que me dejan abrumado y bardado, que
fuerza tiene el jodio; los abrazos y los besos los hecho de menos, pese a que nos hablamos
y nos vemos casi a diario, gracias a la tecnología, no es lo mismo, faltan ese calor y olor a niña y a preadolescente que
desprenden, no es lo mismo; esta necesidad se suple esperando y deseando que todo esto acabe pronto y que
esos besos y abrazos que estoy echando en el cajón, para que no se pierdan, pueda dárselos pronto, muy pronto.
Los besos y los abrazos no dados nunca
deben perderse.