Siempre que hay una
movilización, una huelga, una votación para tomar una decisión colectiva, se
escucha una cantinela que se repite: “¿para que sirve?”, “no vale para nada”,
“seremos cuatro gatos”. Estos ciudadanos que no se implican o que están a la
espera de ver lo que hacen otros, son los mismo que, en la tertulia de la barra
del bar, critican de forma furibunda las mismas situaciones que luego son
incapaces de defender afrontando su destino de forma resignada, total, volvemos
al principio “para que sirve”, “nada va a cambiar”, desde luego nada cambia
cuando nadie hace nada.
¿Dónde está escrito que si nos movemos nada cambia?, han
sido los movimientos laborales, los vecinales, las mujeres, los estudiantes,
los discapacitados, todos aquellos que se han movido a lo largo de los años los
que han cambiado las condiciones de una sociedad que sin ellos aún estaríamos en
la Edad Media, los niños pequeños seguirían entrando en las minas, las mujeres
no votarían, el amo tendría derecho de pernada. ¿Cómo es posible que en una democracia
como la que vivimos hoy gran parte de la sociedad crea que no hay nada que
hacer?, somos capaces de movilizarnos por nuestro equipo de futbol o los
jóvenes por defender su ocio digital, ¿por qué la ciudadanía no presiona a esos
mercados que solo muestran egoísmo, desprecio
con la única pretensión de llenar la cuenta de resultados?.
Íbamos a reformar el capital, al final el capital nos ha
reformado a nosotros, primero destruyo un muro, eso fue poco, ahora quiere
destruirnos a nosotros, pero solo hasta cierto nivel, no se les puede acabar la
gallina de los huevos de oro o la leche de la vaca que les reportamos los ciudadanos-ciervos de forma diaria.
Como decía Lee Marvin en “La leyendo de la ciudad sin
nombre” “Hay dos clases de gente: los que van a
alguna parte y los que no van a ninguna”.
Emilio Manuel M.