Hace unos días, en el club
de lectura al que pertenezco, comentamos el libro de Washington Irving (1783-1859), “Los cuentos de la Alhambra”. Hablar sobre este libro para un granadino, debería de ser una satisfacción, especialmente
para un adulto que de niño se sentaba en el Palacio de Carlos V y sus padres le contaban historias de lo que por allí ocurrió; recuerdo que fue uno de mis primeros libros de lectura; hoy, 45 años
después, aquel libro ha perdido todo su misterio e interes; tras sus lineas, solo leo prejuicios, tópicos y estereotipos que han marcado a los
granadinos y andaluces en particular y a España en general a lo largo de este periodo.
El Sr. Irving, considerado
como el primer escritor de los Estados
Unidos, vino a España a estudiar la documentación relativa al descubrimiento
de America, a partir de ahí, este abogado de familia acomodada, llegó a ocupar el
puesto de Embajador en España (1842-1845), viajó por Andalucía
visitando Sevilla y Granada, en esta ciudad, y gracias a sus influencias, fija su residencia en aposentos de la misma Alhambra. Acompañado de
su guía particular, un vividor llamado Mateo Jimenez, le muestra y le cuenta al
escritor-viajero todo lo que de “oriental” tiene la Alhambra, así como aquello que Irving quería escuchar, lo que no escuchaba, la imaginación del escritor-romántico hizo lo
demás, allí donde la Granada real no
cubría sus necesidades, surgía la Granada inventada, había que escribir unos
relatos-cuentos-leyendas que se ajustasen a lo esperado de su tiempo.
Las imágenes
arquetípicas que tenían aquellos viajeros aún permanecen casi 200 años después, es la que muchos turistas buscan en nosotros: la mujer granadina de ojos negros y
rasgados, los toreros y las flamencas caminando por nuestras calles, los toques
de guitarra, gente alegre y exótica sojuzgada por el papel de la iglesia gracias
a nuestra ignorancia, pereza y pobreza, estos son algunos de los calificativos
que cuenta el “maravilloso” libro de Irving, un libro que se vende como
rosquillas a cualquier turista que se precie, cuando no lo traen ya bajo el
brazo.
Los cuentos-leyendas,
aparentemente inocentes, están llenos
de metáforas que nos colocan en mal lugar; claros
ejemplos, la leyenda de las tres
hermosas princesas donde veo el frustrado intento de no saber unir las tres
culturas: árabe, judía y cristiana. Otra de las leyendas nos indica mediante la
correspondiente metáfora, la nostalgia del desaparecido poder del Reino Nazarí,
por no hablar de las leyendas que relatan los múltiples tesoros que están escondidos en la Alhambra debido a la rápida huida de sus moradores recordándonos todo lo que perdimos.
Puede que como Antropólogo este libro lo analice con “otra”
mirada con lo que se llama “mirada antropológica y de cómo el otro/los otros nos ven”. El mismo titulo contiene, desde mi punto de vista, una ironía, la de elevar a cuento lo que puede
entenderse como una trágica historia: la pérdida de una cultura.
No se puede negar que el libro tiene algo positivo, Irving fue el primer turista de la Alhambra, hoy la
visitan más de dos millones de personas al año, miles de granadinos viven gracias a ello. Con sus denuncias
contribuyó a la conservación de un monumento que en esos momentos era ignorado
y despreciado y que hoy, de no ser por el, seguramente habría desaparecido ; los granadinos ensimismados como estamos con el monumento como con Sierra Nevada, perderíamos nuestras señas de identidad, todo en nuestra vida gira en torno a ellas, en cierta medida es lo que nos ha dado a conocer al mundo pero también lo que nos ha arruinado como ciudad, los granadinos no hemos sabido, podido o querido sobreponernos a ambos monumentos y aquí estamos, siendo de los últimos en empleo, en PIB y en cualquier indicador económico y social, eso sí, tenemos la Alhambra y Sierra Nevada ¿para que queremos mas? .
Puede que Irving llevara razón. Emilio Manuel Martín
Puede que Irving llevara razón. Emilio Manuel Martín