Vivimos momentos de verdades absolutas, basta escuchar las tertulias políticas, a la Iglesia hablando de la vida eterna, o leer escritores de novelas de playa que se creen escritores de una obra duradera, incluso cuando hablamos con nuestro vecino de enfrente, todo esto produce agotamiento, provoca estrés por no saber disfrutar del momento. Por ello cuando leo un autor como Pío Baroja que en su introducción a su trilogía “La raza” dice:
“El carácter efímero de mi obra no me disgusta. Somos, los hombres del día gentes enamoradas del momento que pasa, de lo fugaz, de lo transitorio, y la perdurabilidad o no de nuestra obra nos preocupa poco, tan poco, que casi no nos preocupa nada” , me provoca tranquilidad y sosiego, olvidemos esa vorágine de vida en la que nos han metido, generándonos miedo y consiguiendo que nos pongamos de rodillas.
Paremos y pensemos. Hoy se celebra el día de la Constitución, creo que ha llegado el momento de obligar a los políticos a que la modifiquen, con tranquilidad, reuniéndose y llegándose a acuerdos desde posiciones de igualdad, algo que no ocurrió con aquella. Nuestra Constitución no se puede decir que haya sido efímera, ha durado 35 años, tampoco puede ser eterna.