"¡Escribo porque quiero hacerlo con toda el alma!. Escribo
porque a diferencia de otros, no me siento a gusto con un trabajo común y
corriente. Escribo para que libros como los míos sean escritos y para poderlos
leer. Escribo porque estoy molesto con ustedes, con todo el mundo. Escribo
porque me complace enormemente sentarme en un cuarto a escribir sin descanso.
Escribo porque solamente modificando la realidad puedo soportarla. Escribo para
que el mundo entero sepa cómo yo, cómo nosotros en Estambul y en Turquía hemos
vivido y vivimos. Escribo porque amo el olor del papel, de la pluma y de la
tinta. Escribo porque creo más en la literatura, en el arte de la novela, que
en cualquier otra cosa. Escribo porque es un hábito, una pasión. Escribo porque
tengo miedo de ser olvidado. Escribo porque me gusta la celebridad y toda la
notoriedad que el escribir conlleva. Escribo para estar solo. Escribo en la
esperanza de entender por qué estoy furioso con ustedes, con todos. Escribo
porque me gusta ser leído. Escribo para terminar de una vez por todas esta
novela, este texto, esta página que en algún momento comencé a escribir.
Escribo porque todos esperan que escriba. Escribo porque tengo una fe infantil
en la inmortalidad de las bibliotecas y en el lugar que mis libros tendrán en
los estantes. Escribo porque la vida, el mundo, todo es increíblemente bello y
maravilloso. Escribo porque gozo traduciendo en palabras toda la belleza y la
opulencia de la vida. Escribo, no para contar historias sino para construir
historias. Escribo para liberarme del sentimiento de que siempre existe un
lugar al que -como en una pesadilla- jamás podré llegar. Escribo porque nunca
he conseguido ser feliz. Escribo para ser feliz".
Esta es la respuesta que da Orhan Pamuk a todos aquellos que le preguntan ¿por qué escribe?. Forma parte del discurso, incluido en el libro "la maleta de mi padre", que impartió en el año 2006 ante los miembros de la Academia Sueca de Literatura cuando le dieron el merecido premio Nobel de Literatura.