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jueves, 10 de octubre de 2019

RAZONES CRIMINALES


Se cometen crímenes por alguna de estas tres razones: por amor, por dinero o por poder. Raramente mata nadie por honor, y mucho menos por justicia poética,  cuando esto ocurre, estamos ante un romántico, no ante un asesino”.

        Es una cita de Andrés Trapiello  en su obra “Los amigos del crimen perfecto”,  como lector de novela negra, llamada también policial o de intriga, me ha parecido interesante reflexionar lo que dice. En los cientos de libros que he podido leer, no recuerdo ningún caso, siempre hay algo poco noble en el asesinato aunque, en un principio, esté bellamente revestido de honorabilidad.

        Esta novela, que encontré en una librería de viejo, recibió el Premio Nadal del año 2003, pese a ello nada que ver con Chandler o Hammett aunque se deja leer.

sábado, 15 de noviembre de 2014

JOHN BANVILLE, EL HOMBRE QUE ES BENJAMIN BLACK


John Banville recibió el “Premio Príncipe de Asturias de la letras 2014”, queriendo saber quien es, me entero  que con el seudónimo de Benjamín Black escribe lo que llaman “novela negra”, para algunos, no para mi, un género menor de narrativa, sigo buscando, y leo algo que se dijo de él en una entrevista:

 "Sucede que me canso de ser Banville y decido crear un ‘álter ego’ literario". Sí, esa sería su salvación. Debía ser un tipo que no se le pareciera en nada: narrativo en vez de lírico; superficial en vez de sutil. Su voz debía sonar objetiva, aferrada a los hechos. Anochecía ya cuando se sentó frente al ordenador y sus dedos teclearon: «El secreto de Christine. Novela negra de… Benjamin Black». A partir de aquella tarde, Black trabajaría por las noches y Banville por las mañanas. Banville escribía apenas 200  palabras al día que repasaba hasta la náusea. Black, en cambio, escribía 2.000, pasaba el corrector ortográfico y las daba por  buenas. A continuación se preparaba un dry  Martini y pinchaba jazz de los cincuenta en el tocadiscos de su mentor.

         Raudo busco esa primera novela negra de Black “El secreto de Christine”, la encuentro editada en Alfaguara siendo su extensión de 392 págs., un largo fin de semana de intensa lectura. La sinopsis del libro se resume de la siguiente manera:


Entre tabernas, humo, whisky, poderosas congregaciones religiosas y dudosas obras de caridad, el Dublín de los años 50 esconde terribles secretos. Por los pasillos de los orfanatos y tras los pasos de silenciosas monjas de centros que acogen a mujeres embarazadas de las clases más desfavorecidas de la ciudad, crece una tenue broza red de tráfico de niños. Solo un patólogo, perdido entre sus propios sentimientos de culpa, será capaz de enfrentarse a los oscuros planes que está maquinando algunos miembros de las más poderosas familias junto a las más altas esferas de la iglesia católica. Todo va ser cuestión de fe.

           Magnífico descubrimiento, solo espero que el resto de su obra sean como esta novela que me ha recordado aquellas de autores de los años de la Gran Depresión, no es extraño, los herederos de Raymond Chandler, creador del famoso detective Philip Marlowe, también llevado al cine e interpretado por Humphrey Bogart o Robert Mitchum , le han pedido que resucite al detective, Black, ha aceptado el compromiso, pronto volveremos a ver a Marlowe con su sombrero caído sobre los ojos y un cigarrillo en la boca buscando en la oscuridad de la noche entre niebla y humo.  

          “El secreto de Christine” es un libro fascinante donde su fuerte se encuentra en el clima creado y en las descripciones, es una novela que, como toda “novela negra”, está escrita para ser leída de una sentada, pero no, hay páginas en la que uno se quiera detener para saborearlas. No olvidemos que su autor es uno de los grandes, y le gusta la novela negra, como a mi. 

jueves, 29 de noviembre de 2012

LOS ZAPATOS NUEVOS.

             Del blog http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/, he extraído esta pequeña historia, aunque  relacionado con otro tema, viene que ni pintado para la situación de crisis que vivimos y la información que recibimos, la historia dice:
Un hombre entra en una zapatería, y un amable vendedor se le acerca:
- ¿En qué puedo servirle, señor?
- Quisiera un par de zapatos negros como los del escaparate.
- Cómo no, señor. Veamos: el número que busca debe ser... el cuarenta y uno. ¿Verdad?
- No. Quiero un treinta y nueve, por favor.
- Disculpe, señor. Hace veinte años que trabajo en esto y su número debe ser un cuarenta y uno. Quizás un cuarenta, pero no un treinta y nueve.
- Dígame: ¿quién va a pagar los zapatos, usted o yo?
- Usted.
- Bien. Entonces, ¿me trae un treinta y nueve?
El vendedor, entre resignado y sorprendido, va a buscar el par de zapatos del número treinta y nueve. Por el camino se da cuenta de lo que ocurre: los zapatos no son para el hombre, sino que seguramente son para hacer un regalo.
- Señor, aquí los tiene: del treinta y nueve, y negros.
- ¿Me da un calzador?
- ¿Se los va a poner?
- Sí, claro.
- ¿Son para usted?
- ¡Sí! ¿Me trae un calzador?
El calzador es imprescindible para conseguir que ese pie entre en ese zapato. Después de varios intentos y de ridículas posiciones, el cliente consigue meter todo el pie dentro del zapato.
Entre ayes y gruñidos camina algunos pasos sobre la alfombra, con creciente dificultad.
- Está bien. Me los llevo.
Al vendedor le duelen sus propios pies sólo de imaginar los dedos del cliente aplastados dentro de los zapatos del treinta y nueve.
- ¿Se los envuelvo?
- No, gracias. Me los llevo puestos.
El cliente sale de la tienda y camina, como puede, las tres manzanas que le separan de su trabajo. Trabaja como cajero en un banco.
A las cuatro de la tarde, después de haber pasado más de seis horas de pie dentro de esos zapatos, su cara está desencajada, tiene los ojos enrojecidos y las lágrimas caen copiosamente de sus ojos.
Su compañero de la caja de al lado lo ha estado observando toda la tarde y está preocupado por él.
- ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?
- No. Son los zapatos.
- ¿Qué les pasa a los zapatos?
- Me aprietan.
- ¿Qué les ha pasado? ¿Se han mojado?
- No. Son dos números más pequeños que mi pie.
- ¿De quién son?
- Míos.
- No te entiendo. ¿No te duelen los pies?
- Me están matando, los pies.
- ¿Y entonces?
- Te explico -dice, tragando saliva-. Yo no vivo una vida de grandes satisfacciones. En realidad, en los últimos tiempos, tengo muy pocos momentos agradables.
- ¿Y?
- Me estoy matando con estos zapatos. Sufro terriblemente, es cierto... Pero, dentro de unas horas, cuando llegue a mi casa y me los quite, ¿imaginas el placer que sentiré? ¡Qué placer, tío! ¡Qué placer!

            Yo diría que el placer, cuando desconecto la radio, la televisión o dejo de leer el diario, es el mismo que es pobre hombre cuando se quita sus estrechos zapatos,   hay días que me colgaría de la lampara del salón, con la esperanza de que no aguante el peso, de tan penosas que son todas las noticias.

martes, 30 de octubre de 2012

CARTA DE UNA JOVEN UNIVERSITARIA A SUS PADRES

        Ha comenzado, hace unas fechas, el curso universitario, un curso que se prevé bastante movidito, esto me ha recordado la siguiente narración que leí hace unos años  en un texto, de Psicología Social, viene que ni pintado para los momentos que vive la Universidad en cuanto a lo que supone perder cualquier tipo de ayuda, o no poderla obtener por las dificultades impuestas; el cuento nos dice:


Queridos padres:

         Desde que vine a la universidad no os he escrito ni una sola vez y ahora lamento mi falta de consideración. Con esta carta os pondré al día, pero antes de seguir leyendo, por favor, sentaos. No sigáis leyendo hasta que os hayáis sentado, ¿de acuerdo?.

         Ahora me va bastante bien. La fractura del cráneo y la conmoción cerebral que sufrí al saltar por la ventana cuando se incendió mi dormitorio, poco después de llegar aquí, están ya casi curadas. Sólo estuve dos semanas en el hospital y ahora ya casi veo bien y sólo me duele la cabeza una vez al día. Afortunadamente, un empleado de una gasolinera cercana vio el fuego y cómo salté, fue él quien llamó a los bomberos y a la ambulancia. También fue a visitarme al hospital y, como me había quedado sin habitación por el incendio, tuvo la amabilidad de invitarme a compartir apartamento. En realidad está en un sótano, pero me encanta. El chico es estupendo; estamos profundamente enamorados y pensamos casarnos. Todavía no hemos fijado la fecha, pero tendrá que ser antes de que empiece a notar mi embarazo.

         Sí, estoy embarazada. Sé cuánto deseáis ser abuelos y estoy segura de que recibiréis bien al niño y le ofreceréis tanto amor, dedicación y ternura como me disteis a mi cuando era pequeña. La razón del retraso de nuestra boda es que mi amigo tiene una pequeña infección y que, por descuido, me han contagiado. Se que lo recibiréis en nuestra familia con los brazos abiertos. Es amable y no muy educado pero ambicioso. Aunque su raza y su religión son diferentes de las nuestras, por la tolerancia que tan a menudo habéis expresado sé que eso no constituirá motivo de preocupación.  

         Ahora que ya os he puesto al día, quiero deciros que no se incendió el dormitorio, que no he tenido conmoción cerebral ni fractura de cráneo, que no he estado en el hospital, que no estoy embarazada ni comprometida, que no tengo ninguna infección y que no hay ningún amigo. Sin embargo me han dado un suficiente en Historia y me han suspendido Filosofía y quiero que deis a esas notas su justo valor.

         Con todo cariño. 

miércoles, 25 de abril de 2012

A LA FUERZA AHORCAN (Relato)


        
             Mi amiga Pilar, persona inquieta donde las haya, profesora, fotógrafa,  ilustradora, tasadora de arte, viajera, con un blog titulado "El arte de la vida y la vida del arte" ,  me ha remitido esta narración que publico con su permiso, dice:

         “Yo soy rebelde porque el curro me hizo así. Llevaba 25 años de secretaria en una multinacional y, de repente, compran una red social y me trasladan de un día para otro. Eso o la prejubilación, me dicen. A mí, que tengo 60 y..., vale. Soy una pionera nata. Así que me he reciclado. A la fuerza ahorcan.

         El primer sofoco fue ver a mi jefe. Tiene 28 años y se llama Prometeo, te lo prometo, hay padres para matarlos. Lo ves y te dan ganas de darle un euro para que coma algo. Pero se ha inventado él solo este chiringuito que nos da de comer a mí, a él, y a otros 150. Un cerebrito, el niño. Luego están los otros, y las otras. ¡Qué cuadros!, con esos pelos y esas barbas que ellos parecen extras de La vida de Bryan y ellas las que gritan la lapidación. Y yo, la madre que los parió a todos.

         Cuando entré era el último mono. Me llamaban de usted, me marginaban. Pero yo resistía, todo menos permitir que unos niñatos me empujen a la prejubilación. Decidí RENOVARME. Fui a Bershka, pillé todo lo de la XXL, lo pasé por la "Singer" y me hice unos estilismos que los tengo a todos los de la oficina muertos. Serán nativos digitales, pero les falta perspectiva.

         Lo del mes pasado les parece una antigualla y lo de hace 30 años el colmo del estilo. Mi último pelotazo son unas gafas de mi madre que me he graduado para vista cansada. ¡Flipan con ellas! Vintage, las llaman. En mi época la vendimia era otra cosa.

         Se las meto dobladas. Llevo el iPhone al cuello como la cruz el exorcista: los neutraliza. Solo sé llamar y contestar, pero cuela. Esto es anarquía y no la CNT. Ahora estoy superintegrada. Hasta le he cogido el gusto a eso del Red Bull de la máquina. Sabe a Bisolvón, pero me tomo tres al día, como el jarabe. Para marchosa, yo.

         Por Navidad me invitaron al Plasty, un local de culto. Mi madre me dijo: "Si vas a salir con los compañeros, ponte el visón, que viste más". Pobre, su reino ya no es de este mundo, el visón. Acabamos en un piano-karaoke del año de la tos, pero ellos lo han descubierto hace poco y creen que es moderno, yo callada, ¡déjalos que disfruten!

         Eso sí, tanto estilismo y "fashion" me agota. Por eso trabajo en agosto. Así tengo dos meses de vacaciones. El mío y el que estoy sin verlos, a mi aire. Por fin he podido sacar a desfilar mis trajes chaqueta y tengo al portero loco. "Eso es una real hembra", me suelta hoy Luciano, un chico de mi edad que no está acostumbrado a este look.

         Los modernos están unos en Formentera y otros en Vietnam, no tienen término medio. Oficialmente yo voy a San Juan de Luz, que es "vintage", porque si se enteran que realmente me voy a San Juan, de Alicante, me jubilan sí o sí.”
                                                   

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