Decíamos ayer, bueno mejor dicho, hace unas semanas que estamos dispuestos a ofrecer hasta nuestra alma, no solo al diablo, también a las multinacionales de los datos, todo por, quítame allá, unos productos gratuitos que te ofrecen “gentilmente”, como el correo electrónico, videos cachondos, música diversa, libros, nos agregamos alegremente a redes sociales para informar aún más de nuestras intimidades, compramos productos que nos los traen a la puerta de casa, podemos incluso, ver porno del más cochino, lo anterior nos recuerda a los grandes imperialistas europeos que, por unas baratijas, compraban a los pobres indígenas sus riquezas o bien ocupaban amplias regiones americanas y africanas. En la actualidad, nos siguen comprando por cuentas de colores.
Puede ocurrir que la gente, antes o después, se dé cuenta del engaño y quiera bloquear este flujo de datos, pero es tan enorme la cantidad que ya disponen que es difícil desengancharse, lo que nos lleva a depender de la red para todas nuestras decisiones, incluido la de elegir pareja, bueno, ya se hace, está Meetic, Tinder u otros buscadores que nos dicen cual es nuestra pareja ideal o te eligen tu libro favorito, a eso han llegado; cuando esto se extienda estaremos unidos a unos algoritmos que mueven máquinas de las que dependeremos, parece ciencia ficción, pero no está muy lejos de la realidad, en parte ya lo estamos padeciendo, por ejemplo, en función de nuestras búsquedas, el ordenador nos machaca con publicidad de libros, música, ropa, zapatillas, electrodomésticos o cualquier otro producto y no hablemos muy fuerte que también tienen oído.