He leído en estas fechas, momento en el que se
hace balance económico del año anterior, que la Alhambra ha sido el destino
preferido del turismo europeo, ha contado con la nada despreciable suma de 2’2
millones de visitantes, si añadimos a esta actividad turística, la educativa
y cultural, el recinto nazarí, ha superado con creces los 3’3 millones de
visitantes.
Desde
pequeño, acompañando a mi padre, he visitado cientos de veces la Alhambra subiendo desde Plaza Nueva por la empinada Cuesta de Gomerez hasta llegar al Palacio de Carlos
V, allí nos sentábamos a descansar y después en la Plaza del Aljibe, extensa explanada que se accede por la Puerta del Vino, donde se nos muestra unas
espléndidas vistas de la ciudad, el Albaicín y el Sacromonte,
tomábamos un agua con azucarillos en el kiosco allí instalado, tras ello, regresábamos a casa.
De adulto he seguido visitándola, ya no solo como paseo también desde otros ámbitos como el
cultural para conocer su historia, sus palacios, sus jardines, sus formas de riego, su arquitectura, sus defensas y sus mazmorras o el social para conocer como se vivía. En sus
jardines, igualmente, se celebran distintos eventos culturales, los Festivales de verano o importantes exposiciones.