Extracto de una conferencia de Federico G. Lorca sobre Nueva York.
“No os voy a decir lo que es Nueva York por fuera (…) ni voy a narrar un viaje, pero si mi reacción lírica con toda sinceridad y sencillez; sinceridad y sencillez dificilísimas a los intelectuales, pero fácil al poeta (…)
Los dos elementos que el viajero capta en la gran ciudad son: arquitectura extrahumana y ritmo furioso. Geometría y angustia. En una primera ojeada, el ritmo puede parecer alegría, pero cuando se observa el mecanismo de la vida social y la esclavitud dolorosa del hombre y máquina juntos se comprende aquella típica angustia vacía que se hace perdonable, por evasión, hasta el crimen y el bandidaje (…)
Yo, solo y errante, agotado por el ritmo de los inmensos letreros luminosos de Times Square, huía (…) del inmenso ejército de ventanas donde ni una sola persona tiene tiempo de mirar una nube o dialogar con esas delicadas brisas que tercamente envía el mar sin tener jamás una respuesta (…)
Y me lanzo a la calle y me encuentro con los negros. En Nueva York se dan cita las razas de toda la tierra, pero chinos, armenios, rusos, alemanes siguen siendo extranjeros. Todos menos los negros. Es indudable que ellos ejercen enorme influencia en Norteamérica y, pese a quien pese, son lo más espiritual y lo más delicado de aquél mundo (…)
Lo impresionante por frío y por cruel es Wall Street. Llega el oro en ríos de todas las partes de la tierra y la muerte llega con él. En ningún sitio del mundo se siente como allí la ausencia total del espíritu; manada de hombres que no pueden pasar del tres y manadas de hombre que no pueden pasar de seís, desprecio de la ciencia pura y valor demoníaco del presente (…)
Yo tuve la suerte de ver por mis ojos el último “crack” en que se perdieron varios billones de dólares, un verdadero tumulto de dinero muerto que se precipita al mar, y jamás, entre varios suicidas, gente histérica y grupos desmayados he sentido la impresión de la muerte real, la muerte sin esperanza, la muerte que es podredumbre y nada más, como aquel instante, porque era un espectáculo terrible pero sin grandeza (…)
El Chrysler Building se defiende del sol con un enorme pico de plata, y puentes, barcos, ferrocarriles y hombres los veo encadenados y sordos; encadenados por un sistema económico cruel al que pronto habrá que cortar el cuello , y sordos por sobra de disciplina y falta de la imprescindible dosis de locura (…) (Total palabras: 435)