Escucho en la televisión que en el
restaurante Terra Mundi de Madrid, dos hombres se dieron un beso mientras que
su vecino de mesa, le tiró a uno de ellos una taza provocándole una brecha de 4 cm. en
tanto que decía: “odio a los maricones”. Esta noticia me ha dado pié ha escribir
este pequeño comentario, que en su día ampliaré.
Esta actitud, claramente hostil
respecto a los homosexuales sean hombres o mujeres, se llama homofobia,
un término que fue usado por vez primera en Estados Unidos en un artículo de
K.T. Smith allá por el año 1971.
Se puede decir que la homofobia, al igual que la xenofobia o el racismo es una manifestación arbitraria en la que se señala “al otro” como un contrario que es
inferior y/o anormal colocándolo fuera del espacio de los seres humanos.
Los homofóbicos tildan a los
homosexuales y lesbianas de realizar:
Crímenes abominables, amores vergonzantes, pecados contra natura, o
trasladándonos a la Biblia comenten vicios sodomitas, recordando a Sodoma y
Gomorra.
La homofobia se construye por medio del
discurso en el que se estigmatiza a estas personas al tiempo que se constituyen
grupos que los ampara y que difunden el discurso de rechazo a gays y lesbianas.
Existen unas causas que propician estos
discursos, no voy a entrar en ellas; igualmente, existen medios para luchar
contra la homofobia como prejuicio
que es, como tal prejuicio, denota
ignorancia, es a partir de aquí cuando hay que transformar esa ignorancia en la
que vive y cree; la superioridad
heterosexual como la superioridad racial no existen, este tipo de creencias son
una amenaza a los valores democráticos y al respeto a los demás, promoviendo
una desigualdad de los individuos en función de sus deseos.