Aún recuerdo mi estancia como voluntario-educador en distintos colegios de la periferia de Lima (Perú), de cómo los chavales cuando entraba cualquier profesor/a se ponían de pie como signo de respeto al tiempo que decían. “buenos días Sr. profesor” y durante la clase se dirigían tratándoles de usted; esto me recordó mi época adolescente y mi estudios primarios y secundarios en los Escolapios de Granada y como en la actualidad, en los colegios de nuestros hijos y nietos, sonaría a risa.
Hace unos días en un periódico de tirada regional (Ideal), se publicó una entrevista al Consejero de Educación de la Junta de Andalucía al que se le preguntaba:
Responde. La sociedad tiene una deuda muy importante con los profesores. Se les responsabiliza, injustamente, de todo lo que la sociedad no asume. Lo primero que hay que pedirle a la sociedad, y especialmente a las familias, es respeto y apoyo a los profesores. Que no discutan sus decisiones. Si a los profesores le damos la tarea más importante que podemos darles como sociedad, Los profesores realizan una tarea titánica para inculcar valores y todo eso puede saltar por los aires en cuanto los niños llegan a casa. De todas formas, no soy partidario de dar la autoridad por decreto. Si un padre o una madre no se ganan la autoridad con sus hijos, ¿se la podríamos dar por decreto? Se dice que hay conflictividad en las aulas y es verdad. Pero la pregunta es, ¿sucede sólo allí? El chaval que no respeta a su maestro, ¿respeta a su padre? Lo que no podemos encargar al profesor es que se gane el respeto para él y también para los padres. Eso sería injusto. Además, a los profesores, como país, tenemos que ayudarles a que estén mejor formados, que es una tarea histórica pendiente.
Según las últimas estadísticas del Plan Nacional sobre Drogas, ya hay niños de doce años emborrachándose en los botellones…
Lo mejor que le ha pasado a la sociedad es que ha tomado conciencia de que eso es malo. Hace cuarenta años, los niños fumaban con ocho años. O se les sacaba de la escuela. Había una gran tolerancia con comportamientos muy inadecuados para la infancia. Cuando la sociedad ha tomado conciencia de que cada lunes no podíamos despertarnos con cien muertos en las carreteras, se ha podido abordar el problema. Lo que no podemos es pedirle a la escuela que solucione el alcoholismo, el tabaquismo… Podrán hacerlo mientras los niños están allí, en la escuela, pero luego llega a casa y su padre le deja salir desde las seis de la tarde hasta las cuatro de la mañana. La tarea educativa de los padres es fundamental.
Esta respuesta está carga de sensatez, pero los mismos políticos no la escuchas y actúan en direcciones contrarias. Hace unos años, el Ayuntamiento de Granada creo para que los chavales se divirtieran lo que hemos llamado un “botellódromo”, donde todos los fines de semana se reúnen miles de jóvenes y niños, entre otras cosas, para emborracharse.
El Juez Sr. Emilio Calatayud que tienen un magnífico blog, nos previene contra el macrobotellón convocado para el día del hoy (18 de Marzo) con motivo de la Fiesta de la Primavera y nos recuerda que: “Hace tres años creo que batimos todos los récords y tuvimos 80.000 borrachos en la calle. Hubo doscientos y pico comas etílicos. ¿Cuántos habrá mañana? Pero no importa, ¡que viva la fiesta!. ¿Cuántos menores tomarán alcohol en el botellón? Da igual, ¡que viva la fiesta!. No podemos fumar al lado de un hospital, pero puede haber 80.000 borrachos en la calle. ¡Que viva el cachondeo! Ojala no pase nada.”
Habría que concluir que con viendo lo que ocurre en el entorno tanto familiar como en lo político, no se puede responsabilizar a los profesores de aquello que ocurre; efectivamente pedimos, yo el primero, mayor educación, pero hay que empezar en la casa y aquí los padres tenemos mucho que decir.
El Juez Sr. Emilio Calatayud que tienen un magnífico blog, nos previene contra el macrobotellón convocado para el día del hoy (18 de Marzo) con motivo de la Fiesta de la Primavera y nos recuerda que: “Hace tres años creo que batimos todos los récords y tuvimos 80.000 borrachos en la calle. Hubo doscientos y pico comas etílicos. ¿Cuántos habrá mañana? Pero no importa, ¡que viva la fiesta!. ¿Cuántos menores tomarán alcohol en el botellón? Da igual, ¡que viva la fiesta!. No podemos fumar al lado de un hospital, pero puede haber 80.000 borrachos en la calle. ¡Que viva el cachondeo! Ojala no pase nada.”
Habría que concluir que con viendo lo que ocurre en el entorno tanto familiar como en lo político, no se puede responsabilizar a los profesores de aquello que ocurre; efectivamente pedimos, yo el primero, mayor educación, pero hay que empezar en la casa y aquí los padres tenemos mucho que decir.